
Sicólogos, sicopedagogos y otros profesionales que suplen los huecos educativos que existen para atender a niños con autismo y otro tipo de discapacidades de tipo social en diversas asociaciones civiles son parte de los sectores olvidados para la vacunación contra covid-19.
Pese a trabajar con poblaciones que enfrentan dificultades para seguir por sí mismos las medidas de higiene, prevención y distancia, los terapeutas no han sido considerados en alguno de los grupos prioritarios.
“No formamos ni parte del personal de primera línea y tampoco nos consideran como personal docente, a pesar de que varios de nuestros servicios incluyen trabajar con niños que, al tener una discapacidad, no tienen conciencia sobre el uso de cubre bocas, de sana distancia, de lavado de manos, y es un riesgo al que nos estamos enfrentando en las instituciones privadas que no hemos cerrado, porque si tu dejas a un niño con alguna discapacidad sin trabajar por varios meses la repercusión es muy grande en su vida y en la de su familia, y todo lo que vas avanzando, va para atrás porque aquí el tiempo es oro”, dijo Gabriela Juárez, directora del Centro Integral Aunar, una clínica que ofrece atención a niños con autismo y que se ha mantenido trabajando durante toda la crisis sanitaria.
Para la sicóloga, de 35 años, es muy triste que, como terapeuta dedicada a atender a uno de los sectores más vulnerables, deba esperar la vacuna hasta que le toque por edad.
En el caso del centro que dirige casi todo el personal está entre la segunda y la tercera década de la vida, lo que los coloca en los últimos lugares de la lista para la vacunación.
“En materia de atención a la discapacidad no todo lo resuelven los C.A.M o USAER, por ejemplo, en lo que a autismo respecta, la mayoría de esta población atiende sus necesidades en espacios particulares y con profesionistas que no necesariamente son docentes, sino sicólogos, terapeutas de especialidades como la integración sensorial o el lenguaje, por ejemplo.
Buena parte de la atención al autismo es ajena a la SEP o al sector Salud, y lo mismo pasa con otro tipo de condiciones o discapacidades y no están considerados ni contemplados, a pesar de atender a poblaciones vulnerables que son más propensas a contagiar o ser contagiados de covid-19”, lamentó Nancy Anaya, mamá de Arturo, un niño con autismo que se atiende en el centro Aunar.
Pero los terapeutas de Aunar no son los únicos que enfrentan el problema.
Aidée Lara Solís de Centro de Atención Psicológica y Psicopedagógica de Educación Especial (Capypee) que trabaja con niños con autismo y parálisis cerebral tampoco fueron considerados para la vacuna.
“No fuimos contemplados como maestros en el programa de vacunación porque estamos registrados como asesores terapéuticos o terapeutas de personas con discapacidad, aunque finalmente fungimos como maestros dado que ellos llevan un sistema escolarizado”, planteó Lara expuso que los niños y niñas con esta condición requieren cercanía para recibir sus terapias.
“Y ellos mismos en el caso de los chicos con parálisis cerebral necesitan un poco más de interacción física, por eso sería mucho mejor estar protegidos y estar contemplados en este sistema de vacunación dado que trabajamos con personas vulnerables”, manifestó.
“Nos llena de insatisfacción y nos preocupa puesto que una vez más la población vulnerable el sector de personas con discapacidad queda relegado, aun a pesar de que se vislumbra que las personas con discapacidad están próximas a recibir una vacuna, los especialistas que los atendemos desde la trinchera del sector privado no contamos con ese beneficio”, reprochó Mariangie Silveyra, directora de Educación Especial
Desde el año pasado la organización iluminemos de Azul A.C exigió un protocolo diferenciado para las familias con algún integrante con autismo en el país que nunca llegó como tal.
El propio secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, advirtió que el colapso de sistemas y redes de apoyo vitales como resultado de covid-19 exacerbaría los obstáculos a los que deben enfrentarse las personas con autismo para ejercer sus derechos.
Hoy, después de más de un año de pandemia, sus cuidadores y terapeutas también lidian con el olvido.