Estados Unidos celebra mañana martes las elecciones más reñidas de su historia moderna. En un ambiente extremadamente polarizado, más de 150 millones de estadounidenses (la mitad ya ha votado) están convocados a elegir entre dos candidatos (en realidad son cuatro, una ecologista y un libertario, sin posibilidad alguna) que defienden modelos de país radicalmente diferentes, y que marcarán las vidas de sus 335 millones de habitantes (particularmente los sectores más perseguidos o vulnerables: inmigrantes, mujeres o ciudadanos sin recursos para un seguro médico) y también las relaciones con el resto del mundo y, por razones obvias, con las de México.

El combate final del republicano Donald Trump y la demócrata Kamala Harris llega con un empate total en las encuestas, lo que añade más tensión al ambiente extremadamente polarizado entre un aproximadamente 48% de los votantes que apoya al republicano, quien propone un gobierno mucho más proteccionista, radical, xenófobo y antimexicano que su primer mandato (2017-2021), y otro 48% que se inclina por la demócrata Kamala Harris, de la que no se conoce exactamente cómo gobernaría por su discretísimo perfil como vicepresidenta, pero que en campaña se vendió como la candidata que promete devolver la calma y la unidad al país, frente a la agresiva división del magnate neoyorquino entre “patriotas” (los que le apoyan ciegamente) y los “enemigos internos” (movimientos antifascistas y en general todo lo que huela a liberal).

Si se repite la misma historia que hace cuatro años —cuando varios estados se declararon incapaces de romper el empate entre Biden y Trump y de declarar un ganador en la noche electoral (too close to call)—, los estadounidenses despertarán el próximo miércoles sin saber quién será su nuevo presidente hasta el año 2029 y podrían tener que esperar varios días o semanas para que finalice el 100% del voto por voto.

Biden fue declarado ganador de las elecciones del martes 3 de noviembre de 2020 hasta tres días después, el viernes 5 de noviembre. Desde entonces, Trump difundió el bulo de que le robaron las elecciones y se dedicó sus últimos días como presidente de EU a intimidar o directamente a exigir a los fiscales electorales de estados-bisagra, como Georgia, que lo declarasen a él ganador. El 6 de enero de 2021, tras casi un mes denunciando agresivamente que los demócratas le robaron las elecciones, el todavía presidente Trump incitó a miles de seguidores en un mitin desde los jardines de la Casa Blanca a que impidieran por la fuerza a que los congresistas ratificaran la victoria de Biden.

El asalto al Capitolio fue el momento más bajo de la democracia en la era moderna y ese peligro podría volver a repetirse tan pronto como empiecen a salir resultados la madrugada del miércoles y si estos son adversos para Trump.

En su mitin del domingo en Pensilvania, Trump volvió a agitar el fantasma del fraude, asegurando, sin pruebas, que “los demócratas luchan muy duro para robar las elecciones” y recientemente aseguró que recurriría incluso al Ejército si los “enemigos internos” le impiden regresar al poder.

En cuestión de horas o de días, sabremos si Estados Unidos regresa de nuevo al precipicio o celebra la llegada de la primera mujer presidenta de su historia.

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