
La ciudad de Chihuahua ha vivido transformaciones a lo largo de su historia, siendo muchas de ellas impulsadas por proyectos de modernización urbana. Sin embargo, el presidente del Fideicomiso del Centro Histórico, Patricio Martínez, señaló que este afán por redefinir el espacio público ha traído consigo pérdidas irreparables de patrimonio histórico, así como el abandono de más de una decena de monumentos y espacios simbólicos que alguna vez fueron orgullo local.
Uno de los ejemplos más representativos de esta pérdida patrimonial fue la demolición del Templo de San Felipe y el Colegio de la Compañía de Jesús. Ambos edificios coloniales dieron paso al actual Palacio de Gobierno. En dichas estructuras descansaban los restos de figuras como los gobernadores José Orión y Zubiate, así como Manuel de San Juan y Santa Cruz, cuyos cuerpos desaparecieron tras la demolición del sitio.
Otro caso a recordar del abandono a monumentos es la Rotonda de los Chihuahuenses Ilustres, inaugurada originalmente en la Ciudad Deportiva. El espacio fue rescatado y trasladado en 2004 a los pies del Ángel de la Libertad por petición del entonces gobernador Patricio Martínez, y desde hace años permanece cerrado al público por razones que el exfuncionario desconoce.
“Están olvidados los chihuahuenses ilustres. No sé en qué condiciones estará aquello, pero lo rescatamos de un basurero, literalmente”, lamentó el exgobernador Martínez al recordar el abandono del proyecto que alguna vez simbolizó un renacimiento cívico.
En el año 2016, la ciudad también perdió la emblemática estatua de José María Morelos, conocida popularmente como “la mosca” debido a su ubicación poco visible desde el Cerro Coronel. Esta escultura fue retirada de su sitio y reubicada en la salida hacia Ciudad Cuauhtémoc, lejos de su contexto original, perdiendo su conexión histórica con el entorno.
El deterioro del olvido colectivo también ha alcanzado al Monumento al Policía Caído, el cual fue erigido en 2014 como un homenaje a los agentes policiales que perdieron la vida en cumplimiento del deber. El cual, a pesar de las recientes remodelaciones, muestra claros signos de deterioro, sobre todo al ser blanco de la iconoclasia de grupos radicales que pintan exigencias y expresan su desacuerdo con la corporación de seguridad pública.
Asimismo, la estructura muestra signos de deterioro, suciedad, grietas y daños estructurales provocados por malhechores. Recientemente recibió mantenimiento junto con las Fuentes Danzarinas, las cuales, tras años de no funcionar, vuelven a alegrar esta parte de la ciudad con sus luces y agua rítmica.
Otro de los monumentos que se pueden destacar es el de la Madre Rarámuri, una obra de la escultora Lourdes Treviso, el cual se encuentra sobre la Plaza Tierra en el centro de la ciudad y ha sido víctima del grafiti, mientras que su placa conmemorativa presenta un avanzado desgaste, reflejo del abandono del espacio e incluso se podría decir que representa un rechazo a la propia cultura indígena.
Pese a estos casos de abandono, algunos proyectos urbanos sí lograron resignificar el centro histórico, como lo es la Plaza Mayor, la cual fue promovida por Patricio Martínez durante su sexenio, tiempo en que buscaba liberar el corazón de la ciudad de estructuras que lo habían sofocado por décadas.
El ahora líder del Fideicomiso del Centro Histórico contó cómo lideró una serie de negociaciones para adquirir propiedades estratégicas, como los antiguos hoteles Avenida y Apolo, estaciones de radio, el edificio sindical de la CTN, entre otros, con el único objetivo de abrir un nuevo espacio público que devolviera protagonismo al Palacio de Gobierno y la Casa Chihuahua.
“Había que reconformar el centro político del estado”, recuerda Martínez, quien considera este proyecto uno de los principales legados de su administración. La reconfiguración del espacio permitió redescubrir el Templo de San Francisco, que se encuentra sobre la calle Libertad, hasta entonces oculto por décadas de urbanismo caótico.
La explanada que hoy forma la Plaza Mayor no solo reorganizó el espacio visual, sino también la forma en que los ciudadanos interactúan con su historia, convirtiendo este lugar en un nuevo eje simbólico entre el pasado colonial y el presente urbano de Chihuahua.
Martínez resaltó que durante su administración adquirió el antiguo Palacio Federal, también conocido como Palacio de Correos, un edificio de la época porfiriana que se construyó sobre los restos del antiguo colegio de Jesuitas y que hoy en día conserva un gran valor histórico, dado que en este edificio pasó sus últimos días el Padre de la Patria, Miguel Hidalgo, antes de ser fusilado.
Para liberar el inmueble, el gobierno estatal propuso una permuta al gobierno federal, que trataba de que, a cambio del Palacio, se ofreciera un edificio moderno sobre la calle Libertad y 19, que permitió trasladar las oficinas de Telégrafos y Correos, dando pie al nacimiento de la Casa Chihuahua, utilizada actualmente como un espacio de cultura y museografía dedicado a la preservación histórica.
En paralelo, entre 2001 y 2004, el Congreso del Estado impulsaba la idea de construir un nuevo edificio legislativo con diseño moderno, hecho de cristal y formas angulares, justo en el predio donde se ubicaba el antiguo Palacio Federal. La propuesta fue descartada por Martínez, quien argumentó que tal construcción desentonaría con el entorno colonial.
Como alternativa, el gobierno adquirió y remodeló la Torre Bancomer, antiguo Hotel Fairmont, frente a la Catedral, para convertirla en la sede del Poder Legislativo. Esta decisión permitió conservar la armonía visual del centro histórico sin sacrificar funcionalidad institucional.