En lo profundo de la Sierra Tarahumara, donde la tierra depende de la lluvia para dar sus frutos, los rarámuri danzan con los pies y el corazón una danza cargada de simbolismo: el pascol. Este rito no es un baile en sentido occidental, sino una plegaria. Así lo mostró recientemente la organización civil Pies de la Tierra A.C., al compartir un video donde un pequeño grupo de indígenas rarámuri danza con fervor para pedir por la lluvia.
De acuerdo al artículo “La semiosis del rito dancístico pascol en la cosmovisión de los rarámuri”, publicado por Juan Pablo Garrido en Cuadernos de Filosofía Latinoamericana, el pascol es una de las prácticas culturales más importantes de este pueblo originario. No solo forma parte de las festividades religiosas, sino que representa un símbolo central de su cosmovisión, al conectar el mundo de los humanos con el cielo y del inframundo.
Danzar como forma de trabajo y esperanza
Chihuahua enfrenta desde 2023 una de las sequías más graves de las últimas décadas. Para los rarámuri, cuyos cultivos mayormente son de temporal, la falta de lluvia no es solo un problema climático, sino una amenaza directa a su sustento. La danza del pascol, que se practica en festividades familiares y comunitarias, cobra entonces un nuevo sentido: el de sobrevivir.
Lejos de ser un espectáculo, el pascol es considerado por los rarámuri una forma de trabajo. No danzar cuando corresponde es, incluso, mal visto dentro de su cultura: quien no lo hace es llamado sinakuri, que significa holgazán.
El ciclo agrícola y los mundos sagrados
El calendario rarámuri se entrelaza con la naturaleza. Las lluvias suelen esperarse a partir del 24 de junio, día de San Juan. Desde entonces, los campos deben recibir agua para que la siembra de maíz (entre el 20 de junio y el 25 de julio) sea exitosa. Si la lluvia no llega, no hay cosecha. Y si no hay cosecha, no hay fiesta ni tesgüinadas—reuniones comunitarias con bebida ritual de maíz llamada sowiki. La vida entera se desbalancea.
En su cosmovisión, los rarámuri habitan el mundo de en medio. Por encima está Onorúame, el dios-sol, y por debajo vive el Diablo. En la danza, los pascoleros saludan a ambos: alzan el rostro y arrojan tesgüino, llamado en rarámuri, sowiki al cielo, pero también lo vierten en la tierra, para calmar al Diablo. Todo debe estar en equilibrio.